miércoles, 6 de junio de 2012

CANTAR DE LOS CANTARES


CANTAR DE LOS CANTARES

(PRESENTACIÓN DE LA OBRA)

“No sobra ser un sabio para ser un poeta” escribió Rafael Jaramillo Arango en su columna de El Tiempo, “Vida de los Libros”, al presentar el libro “Cantar de los cantares”. Y es que la vena literaria de Luis María Murillo Quinche ni en sus escritos científicos dejó de destellar. Por algo su primer trabajo científico, “Las Avispas chibchas” publicado en 1924, fue catalogado a la vez como primicia científica y como poema de belleza original. “La ciencia del naturalista ayuda a la inspiración del poeta”, sintetizó Luis Eduardo Nieto Caballero al comentar “el Cantar de los cantares” de Murillo.

Escrito cuatro años antes de su publicación en 1951 y consagrado a la memoria de su primera esposa, el libro es una obra espiritual, estética y filosófica escrita en una prosa profundamente poética. En él revive el amor purísimo de Dafnis y Cloe, los personajes griegos de Longo, trasportados de Mitilene a nuestro trópico y al siglo XX, y embebidos en las dichas de la naturaleza.

“Cantar de los cantares” es en palabras de su autor  “una historia de unos amores inocentes, con una pareja candorosa de zagales, en un país maravilloso”. Y es la expresión más importante de su obra literaria, como “Sentido de una lucha biológica” lo es de su obra entomológica y “Desde mi universidad” de su obra periodística.

Invito, por tanto, a los interesados en esta pastoral a sumergirse en sus páginas mediante esta copia digital de la versión escrita publicada en 1951 en Bogotá por la Librería Voluntad.

Luis María Murillo Sarmiento MD.


viernes, 18 de mayo de 2012

SENTIDO DE UNA LUCHA BIOLÓGICA


CARÁTULA DE LA SEGUNDA EDICIÓN DE
"SENTIDO DE UNA LUCHA BIOLÓGICA"
Imprenta Nacional Bogotá - Colombia 1938
SENTIDO DE UNA LUCHA BIOLÓGICA
(PRESENTACIÓN DE LA OBRA)

Con pocos antecedentes en Colombia -apenas los experimentos de un hongo contra la langostas, llevado a cabo en 1913 por Federico Lleras Acosta y Luis Zea Uribe- Luis María Murillo Quinche se convirtió en el abanderado de la lucha biológica en el país, con una  trabajo científico perseverante a lo largo de 42 años, que transformó en práctica cotidiana y saludable para nuestra economía el fruto de sus investigaciones. Lejos de pretender un ejercicio teórico de la ciencia, buscó que sus descubrimientos tuvieran una aplicación eminentemente práctica. De ahí que se refiriera a sus ensayos como la investigación biológica al servicio de la economía nacional.

Su trabajo sobre las plagas del algodón en la cuarta década del siglo pasado fue presentado por primera vez en 1937 en el número 4 de la revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físico-Químicas y Naturales; y se convirtió con los años en ejemplo clásico de represión biológica.

Ponderado en otras latitudes, fue recomendado por la Comisión Técnica de la Segunda Conferencia Interamericana de Agricultura, reunida en Ciudad de México en 1942, y fue antecedente significativo para su elección como miembro honorario de la Real Sociedad de Entomología de Bélgica en el centenario de la fundación, en 1948, de esa renombrada institución.

El interés de mi padre en las plagas del algodón y la observación del fracaso de los compuestos arsenicales para su control, lo condujeron al encuentro de tres entomófagos o parásitos de la plaga: los parásitos de los huevos del gusano rosado, los parásitos de las larvas y los parásitos de las crisálidas. De ellos se concentró en el estudio detenido de la Aphanteles turbariae, una especie de la familia Braconidae, que encontró en la región del río Suárez en 1935. La  avispa, parásita de las larvas del gusano (Sacadodes pyralis Dyar), se convirtió en el medio más eficaz de combatirlo. Esta avispa sería el motivo de su obra más importante: "Sentido de una Lucha Biológica".

No fue sin embargo esta su primera incursión en la represión biológica de las plagas: ya en 1929 habían combatido el pulgón lanígero de los manzanos del país con una avispa microscópica importada de Estados Unidos, la Aphelinus mali. Fue ésta la primera aplicación en Colombia de la lucha biológica en los cultivos. La Neda murilloi, descubierta por él, y que lleva su nombre, fue otro medio que encontró el entomólogo en su lucha contra el pulgón lanígero.
La versión de “Sentido de una lucha biológica” que hoy pongo en manos de los estudiosos, es fiel copia de la segunda edición, de 1938. La primera es la susodicha publicación de la Academia Colombiana de Ciencias. La tercera es la aparecida en 1943, e impresa como la segunda por la Imprenta Nacional de Colombia, y prologada por  el biólogo peruano, catedrático de la Universidad de San Marcos de Lima, Carlos Morales Macedo*.

Con esta breve introducción, invito a los lectores a discurrir, renglón seguido, por las páginas del libro.

Luis María Murillo Sarmiento MD.

* La presentación como el prólogo de la edición de 1943 se incluyen en las primeras páginas de esta publicación.


SENTIDO DE UNA LUCHA BIOLÓGICA
(LA OBRA)


Los ensayos de investigación biológica ante el ambiente

El proceso de los estudios de la naturaleza en Colombia no sólo ha tenido la desgracia de ser interrumpido muchas veces, sino que se ha desarrollado con un criterio lamentable.
Desde la creación de la Expedición Botánica se exaltó el amor a la naturaleza como un espectáculo de mera contemplación; de esa manera fueron surgiendo, cuidadosamente coloreadas, centenares y centenares de bellas estampas de la flora, como símbolos.
Verdad es que muchas veces se hicieron lujosas observaciones y descripciones científicas, pero que tenían la misma inmovilidad de los iconos.
Caldas, melancólico y apacible en apariencia, representaba la revolución dentro de ese cenáculo de naturalistas dirigidos por Mutis, y sus estudios de carácter social, astronómico, botánico y físico, tenían por encima de toda otra virtud, la ductilidad de la vida.

Había, pues, dos tendencias en la célebre Expedición: la contemplativa, descriptiva y apacible, que cada día agregaba una estrella refulgente al firmamento científico, y la biológica, plena de inquietudes, revolucionaria.

La una daba a beber las ciencias aristotélica y francesa vertidas con censuras al lenguaje santafereño, y la otra trataba de alcanzar a los labios sedientos los propios pezones de la naturaleza autóctona.

Quien repase, siquiera sea superficialmente, la obra de Caldas, ha de sentirse conmovido por toda esa suerte de ideas y descubrimientos, que eran como lenguas de fuego de la primera forja prendida para la realización de nuestra cultura.

No para vanagloria, no por un sentido vulgar de codicia, quiso Caldas suceder al maestro: apenas trataba de dirigir al rumbo de sus pensamientos, un laboratorio que era base nutricia de civilización. Así se explican los amargos reproches que lanzara al conocer la postrera voluntad de Mutis, que faltaba a las promesas y hería las nobilísimas aspiraciones del sabio.

El lamentable testamento de José Celestino Mutis, y la temprana y cruel desaparición de Caldas, imprimieron al desarrollo de nuestra cultura, en embrión apenas, una especie de sentido hemipléjico que nos ha llevado siempre hacia la apreciación de los seres de la naturaleza, pero de manera imperfecta, privándonos de la razón de su propia existencia.

De esta manera se han producido obras nacionales de gran valor científico, pero descriptivas, taxonómicas, sin vida, unilaterales.

Así, no es raro que el androceo y el gineceo en el silabario de nuestros conocimientos signifiquen: para los párvulos, dos apéndices menos bellos que las corolas y los sépalos; para los estudiantes de la escuela secundaria, dos palabras con derivación griega, y para los doctos señores, un misterio que debe mantenerse oculto........

Y si tal es el ambiente y la tradición, ¿qué podrá esperarse de quienes con manos inexpertas van a dilucidar un problema biológico, entre nosotros intocable, de parasitología económica que, según uno de los entomólogos más gran
des del mundo, no debe acometerse sino por profesionales experimentados y con mesura y tino?

¿A quién llamaremos para que saque sus luces a nuestro camino, si algunos vigías que conocíamos apagaron sus lámparas? Permítaseme, pues, por esta desgracia, que solo, sin más escuela que el contacto con la naturaleza, y sin más lazarillo que mis sentidos, trate de estudiar e interpretar un tema que me he propuesto sobre la represión de las larvas de la Sacadodes pyralis Dyar por medio de sus parásitos.

Evolución del estudio de la lucha biológica contra las plagas

Ulyse Aldrovandi, célebre profesor de la Universidad de Bolonia, fue el primero en llamar la atención sobre los parásitos de los insectos; pero a quien por vez primera cupo la suerte de estudiar la naturaleza de los fenómenos parasitarios y de hacer algunas experiencias, fue Antonio Vallisnieri hacia 1700. También Reaumur y De Geer trabajaron en este sentido.

En 1800, Erasmo Darwin, abuelo del autor del Origen de las especies, anunció la posibilidad de emprender la lucha biológica contra las plagas de los cultivos, en su obra Philosophy of agriculture and gardening.

C. V. Riley propuso en 1870 la traslación de parásitos de unas regiones a otras con el fin de contrarrestar las afecciones de los depredadores, y Albert Koebele, de acuerdo con estas ideas, llevó en 1888 la Novius cardinalis y otros parásitos a los Estados Unidos, con el objeto de combatir la peligrosa peste conocida con el nombre de lcerya purchasi.

En 1906, F. Muir, científico y apóstol de gran valor personal, buscó por todo el mundo, hasta descubrirlos, los parásitos de varias plagas que en Hawaii hacían de la caña de azúcar una industria imposible, y después de grandes penalidades logró cultivos que hizo llegar, al fin, a su destino.

Hoy la represión biológica de plagas es materia que ocupa un puesto de primera magnitud en el estudio de los problemas de la industria agrícola, e intervienen en su interpretación sabios biólogos y matemáticos eminentes como Howard, W. R. Thompson, Curtis, P. Clausen, Lotka, Gause, Kostitzin, etc.


Luis María Murillo Quinche





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