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CARÁTULA DE LA SEGUNDA EDICIÓN DE
"SENTIDO DE UNA LUCHA BIOLÓGICA"
Imprenta Nacional Bogotá - Colombia 1938 |
SENTIDO DE UNA LUCHA BIOLÓGICA
(PRESENTACIÓN DE LA OBRA)
Con pocos antecedentes en Colombia -apenas los
experimentos de un hongo contra la langostas, llevado a cabo en 1913 por
Federico Lleras Acosta y Luis Zea Uribe- Luis María Murillo Quinche se convirtió
en el abanderado de la lucha biológica en el país, con una trabajo científico perseverante a lo largo de 42
años, que transformó en práctica cotidiana y saludable para nuestra economía el
fruto de sus investigaciones. Lejos de pretender un ejercicio teórico de la
ciencia, buscó que sus descubrimientos tuvieran una aplicación eminentemente
práctica. De ahí que se refiriera a sus ensayos como la investigación biológica al servicio de la economía nacional.
Su trabajo sobre las plagas del algodón en la cuarta
década del siglo pasado fue presentado por primera vez en 1937 en el número 4
de la revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físico-Químicas y Naturales;
y se convirtió con los años en ejemplo clásico de represión biológica.
Ponderado en otras latitudes, fue recomendado por la
Comisión Técnica de la Segunda Conferencia Interamericana de Agricultura,
reunida en Ciudad de México en 1942, y fue antecedente significativo para su
elección como miembro honorario de la Real Sociedad de Entomología de Bélgica
en el centenario de la fundación, en 1948, de esa renombrada institución.
El interés de mi padre en las plagas del algodón y
la observación del fracaso de los compuestos arsenicales para su control, lo
condujeron al encuentro de tres entomófagos o parásitos de la plaga: los
parásitos de los huevos del gusano rosado, los parásitos de las larvas y los parásitos
de las crisálidas. De ellos se concentró en el estudio detenido de la Aphanteles turbariae, una
especie de la familia Braconidae, que encontró
en la región del río Suárez en 1935. La avispa, parásita de las larvas del gusano (Sacadodes pyralis Dyar), se convirtió en el medio más eficaz de
combatirlo. Esta avispa sería el
motivo de su obra más importante: "Sentido
de una Lucha Biológica".
No
fue sin embargo esta su primera incursión en la represión biológica de las
plagas: ya en 1929 habían combatido el pulgón lanígero de los manzanos del país
con una avispa microscópica importada de Estados
Unidos, la Aphelinus mali. Fue ésta la primera aplicación en Colombia de la
lucha biológica en los cultivos. La Neda murilloi, descubierta por él, y que
lleva su nombre, fue otro medio que encontró el entomólogo en su lucha contra
el pulgón lanígero.
La versión de “Sentido de una lucha biológica” que
hoy pongo en manos de los estudiosos, es fiel copia de la segunda edición, de
1938. La primera es la susodicha publicación de la Academia Colombiana de
Ciencias. La tercera es la aparecida en 1943, e impresa como la segunda por la
Imprenta Nacional de Colombia, y prologada por
el biólogo peruano, catedrático de la Universidad de San Marcos de Lima,
Carlos Morales Macedo*.
Con esta breve introducción, invito a los lectores a discurrir,
renglón seguido, por las páginas del libro.
Luis María Murillo Sarmiento MD.
* La presentación como el prólogo de
la edición de 1943 se incluyen en las primeras páginas de esta publicación.
SENTIDO DE UNA
LUCHA BIOLÓGICA
(LA OBRA)
Los ensayos de investigación biológica ante el ambiente
El proceso de los estudios de la naturaleza en Colombia no sólo ha tenido la
desgracia de ser interrumpido muchas veces, sino que se ha desarrollado con un
criterio lamentable.
Desde la creación de la Expedición Botánica se exaltó el amor a la naturaleza
como un espectáculo de mera contemplación; de esa manera fueron surgiendo, cuidadosamente
coloreadas, centenares y centenares de bellas estampas de la flora, como símbolos.
Verdad es que muchas veces se hicieron lujosas observaciones y descripciones científicas,
pero que tenían la misma inmovilidad de los iconos.
Caldas, melancólico y apacible en apariencia, representaba la revolución
dentro de ese cenáculo de naturalistas dirigidos por Mutis, y sus estudios de carácter
social, astronómico, botánico y físico, tenían por encima de toda otra virtud,
la ductilidad de la vida.
Había, pues, dos tendencias en la célebre Expedición: la contemplativa,
descriptiva y apacible, que cada día agregaba una estrella refulgente al
firmamento científico, y la biológica, plena de inquietudes, revolucionaria.
La una daba a beber las ciencias aristotélica y francesa vertidas
con censuras al lenguaje santafereño, y la otra trataba de alcanzar a los
labios sedientos los propios pezones de la naturaleza autóctona.
Quien repase, siquiera sea superficialmente, la obra de Caldas, ha de sentirse
conmovido por toda esa suerte de ideas y descubrimientos, que eran como lenguas
de fuego de la primera forja prendida para la realización de nuestra cultura.
No para vanagloria, no por un sentido vulgar de codicia, quiso Caldas suceder
al maestro: apenas trataba de dirigir al rumbo de sus pensamientos, un
laboratorio que era base nutricia de civilización. Así se explican los amargos reproches
que lanzara al conocer la postrera voluntad de Mutis, que faltaba a las
promesas y hería las nobilísimas aspiraciones del sabio.
El lamentable testamento de José Celestino Mutis, y la temprana y
cruel desaparición de Caldas, imprimieron al desarrollo de nuestra cultura, en
embrión apenas, una especie de sentido hemipléjico que nos ha llevado siempre
hacia la apreciación de los seres de la naturaleza, pero de manera imperfecta, privándonos
de la razón de su propia existencia.
De esta manera se han producido obras nacionales de gran valor científico, pero
descriptivas, taxonómicas, sin vida, unilaterales.
Así, no es raro que el androceo y el gineceo en el silabario de nuestros
conocimientos signifiquen: para los párvulos, dos apéndices menos bellos que
las corolas y los sépalos; para los estudiantes de la escuela secundaria, dos
palabras con derivación griega, y para los doctos señores, un misterio que debe
mantenerse oculto........
Y si tal es el ambiente y la tradición, ¿qué podrá esperarse de quienes con
manos inexpertas van a dilucidar un problema biológico, entre nosotros intocable,
de parasitología económica que, según uno de los entomólogos más gran
des del mundo, no debe acometerse sino por profesionales experimentados y con
mesura y tino?
¿A quién llamaremos para que saque sus luces a nuestro camino, si
algunos vigías que conocíamos apagaron sus lámparas? Permítaseme, pues, por
esta desgracia, que solo, sin más escuela que el contacto con la naturaleza, y
sin más lazarillo que mis sentidos, trate de estudiar e interpretar un tema que
me he propuesto sobre la represión de las larvas de la Sacadodes pyralis Dyar
por medio de sus parásitos.
Evolución del estudio de
la lucha biológica contra las plagas
Ulyse Aldrovandi, célebre profesor de la Universidad de Bolonia, fue el primero
en llamar la atención sobre los parásitos de los insectos; pero a quien por vez
primera cupo la suerte de estudiar la naturaleza de los fenómenos parasitarios
y de hacer algunas experiencias, fue Antonio Vallisnieri hacia 1700. También
Reaumur y De Geer trabajaron en este sentido.
En 1800, Erasmo Darwin, abuelo del autor del Origen de las especies, anunció la
posibilidad de emprender la lucha biológica contra las plagas de los cultivos,
en su obra Philosophy of agriculture and gardening.
C. V. Riley propuso en 1870 la traslación de parásitos de unas regiones a otras
con el fin de contrarrestar las afecciones de los depredadores, y Albert
Koebele, de acuerdo con estas ideas, llevó en 1888 la Novius cardinalis y otros
parásitos a los Estados Unidos, con el objeto de combatir la peligrosa peste conocida
con el nombre de lcerya purchasi.
En 1906, F. Muir, científico y apóstol de gran valor personal, buscó por todo
el mundo, hasta descubrirlos, los parásitos de varias plagas que en Hawaii hacían
de la caña de azúcar una industria imposible, y después de grandes penalidades
logró cultivos que hizo llegar, al fin, a su destino.
Hoy la represión biológica de plagas es materia que ocupa un puesto de primera
magnitud en el estudio de los problemas de la industria agrícola, e intervienen
en su interpretación sabios biólogos y matemáticos eminentes como Howard, W. R.
Thompson, Curtis, P. Clausen, Lotka, Gause, Kostitzin, etc.
Luis María Murillo Quinche